martes, 11 de agosto de 2009

Día No 53 La Santidad y La Obediencia


Lectura del día: Lev. 19:1 a 21:24
Verso Central Levítico 19:1-2

El Señor le ordenó a Moisés que hablara con toda la asamblea de los israelitas y les dijera: "Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo. (NVI)

Vivir una vida en santidad es una exigencia de aquellos que son discípulos de Jesús. La santidad no es una opción, que está determinada por nuestra voluntad, sino que se exige de todos los discípulos de Jesús. Más que una opción, la santidad es una parte integral de aquellos que han experimentado el poder renovador del evangelio en sus vidas. Aunque vivir una vida en santidad es algo que se requiere de los discípulos de Jesús, la motivación principal el amor que tenemos en nuestros corazones por nuestro Señor y Dios. 
Cuando yo me convertí en discípulo de Jesús, había una idea entre algunos de los primeros creyentes que conocí. Según ellos, lo que más interesaba en la vida cristiana era la “sinceridad” y que lo que hicieras saliera del corazón. En otras palabras, podías hacer cosas equivocadas, pero si eras sincero, Dios todavía se agrada de eso. Por ejemplo, un día una persona estaba comentando que ella no podía dar sus diezmos porque tenía una gran necesidad, solamente entregaba una pequeña ofrenda y que pensaba que Dios estaba de acuerdo porque lo hacía con sinceridad. También una pareja que no se había casado, se justificaba diciendo que ellos no estaban mal en vivir en “unión libre, porque lo más importante es que se “amaban” y que eran sinceros en su relación. “Lo que Dios ve es que seamos sinceros en nuestros sentimientos” esa era su justificación. También en una ocasión, una persona se quejaba conmigo porque decía que el pastor ponía presión en la gente para evangelizar a su familia y amigos. Esta persona estaba en desacuerdo porque decía que, si no le salía del corazón ganar a sus amigos, Dios no se agradaba de eso porque no salía del corazón. Aun un amigo mío, me decía que no le gustaba uno de los maestros que teníamos en la escuela Bíblica porque ese maestro (de Adoración) nos decía que levantáramos las manos, y que habláramos en voz alta durante el tiempo de la adoración y alabanza; “Como se atreve a pedirnos que levantemos las manos, si yo no lo hago de corazón no sirve de nada”. Otro se justificaba, no comprometerse con ninguna iglesia, diciendo, “es que no me nace de corazón ser parte de ninguna Iglesia” estoy orando para que Dios ponga en mi corazón el “sentir” de unirme a alguna congregación, mientras seria en vano ser parte de una congregación, porque no lo “siento”, y así tengo libertad de ir a cualquier congregación que yo sienta. 
Si bien es cierto que Dios espera que hagamos las cosas con todo el corazón, y espera que seamos sinceros en todo lo que hacemos, el secreto de la santidad no está ni en que sea de corazón, o que seamos sinceros en nuestros sentimientos, sino en la OBENDIENCIA. Yo puedo ser sincero en lo que hago, pero si mi “sinceridad” contradice lo que las escrituras enseñan, estoy “sinceramente equivocado”. Por otro lado, es cierto que todo lo que hagamos debe de ser de corazón, pero si no he aprendido a obedecer, y si mi corazón es rebelde, nunca podré hacer la voluntad de Dios. Más importante que la sinceridad nuestra, o que “sintamos hacer algo o no” es nuestra obediencia a Dios. Tanto el sentir, y la verdadera sinceridad deberían ser el fruto de nuestra obediencia. Muchas veces no tendremos deseos de hacer algo, pero si simplemente obedecemos sin importar cual se nuestro “sentir”, si obedecemos el “sentir” sugerirá de nuestra obediencia. 
Por esta razón en los pasajes que hemos estado leyendo se ha enfatizado, y hasta cierto punto se exigía que el pueblo de Dios viviera en obediencia. El Señor le ordenó a Moisés que hablara con toda la asamblea de los israelitas y les dijera:  "Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo. (Lev 19:1-2 NVI) El Señor le ordenó a Moisés (Lev 20:1 NVI) El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los sacerdotes, hijos de Aarón… (Lev 21:1 NVI) El primer paso para la santidad es la obediencia a los principios de la palabra de Dios, independientemente de que lo sienta o no lo sienta; Dios se agrada ante todo de nuestra obediencia.
Oración:                                                                                                  
·       Renunciemos a toda actitud equivocada que tengamos ante la obediencia.
·       Renunciemos a la actitud rebelde que no nos permite vivir en Santidad.

·       Pidamos al Señor que nos de pasión por andar en su santidad.


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