lunes, 28 de marzo de 2011

Día No 106 Ciego a tu Necesidad Personal

Lectura del día:        1 Sam 18:1 - 20:42
Verso Central           1 Samuel 18: 8-9

Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: "A David le dan crédito por diez ejércitos, pero a mí por uno solo. ¡Lo único que falta es que le den el reino!" Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo. (NVI)

Cuando dejamos que nuestras emociones controlen nuestras decisiones no vemos los errores que hacemos. Saúl estaba lleno de ira, esto controlo su reacción ante las alabanzas del pueblo a David. Esta ira, era el producto de su inseguridad y temor que lo llevaron a actuar de una manera insensata. La palabra de Dios  nos habla de que tenía un espíritu maligno que lo atormentaba, este espíritu tuvo acceso a la vida de Saúl como resultado de la envidia que tenia de David, Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo. Al día siguiente, el espíritu maligno de parte de Dios se apoderó de Saúl, quien cayó en trance en su propio palacio. Andaba con una lanza en la mano y, mientras David tocaba el arpa, como era su costumbre, (1 Sam. 18:9-10 NVI) Como vimos en una de las meditaciones anteriores Saúl tuvo muchos problemas personales que al fin lo llevaron a la ruina y al fracaso como rey y como padre. El tuvo muchas oportunidades para cambiar y superar sus problemas, pero nunca busco la manera de salir adelante. Esto nos demuestra la verdad, de que nadie que no desee cambiar por el mismo podrá cambiar a menos que el mismo entienda su necesidad, y desee cambiar. Aun su mismo hijo Jonatán entendía que Dios estaba con David, y que su padre estaba completamente equivocado en perseguir a David, y trato en varias ocasiones de ayudar a su padre de su error, Jonatán le habló a su padre Saúl en favor de David: ¡No vaya Su Majestad a hacerle daño a su siervo David! le rogó. Él no le ha hecho ningún mal; al contrario, lo que ha hecho ha sido de gran beneficio para Su Majestad. Para matar al filisteo arriesgó su propia vida, y el Señor le dio una gran victoria a todo Israel. Su Majestad mismo lo vio y se alegró. ¿Por qué ha de hacerle daño a un inocente y matar a David sin motivo? Saúl le hizo caso a Jonatán, y exclamó: Tan cierto como que el Señor vive, te juro que David no morirá. Entonces Jonatán llamó a David y, después de contarle toda la conversación, lo llevó ante Saúl para que estuviera a su servicio como antes. (1 Sam. 19:4-7) Sin embargo en cuanto David tenia éxito o alguien de alguna manera lo ayudaba Saúl caía nuevamente en ataques de ira en contra de David. Su estado cada día estaba más decadente ya que la ira, y el demonio que lo atormentaban cada día mas, lo llevo no solamente a buscar continuamente la muerte de David, pero aun de su mismo hijo Jonatán cuando descubre que su hijo le estaba ayudando a escapar a David, Al oír esto, Saúl se enfureció con Jonatán. ¡Hijo de mala madre! exclamó. ¿Crees que no sé que eres muy amigo del hijo de Isaí, para vergüenza tuya y de tu desgraciada madre? Mientras el hijo de Isaí viva en esta tierra, ¡ni tú ni tu reino estarán seguros! Así que manda a buscarlo, y tráemelo, pues está condenado a morir. ¿Y por qué ha de morir? le reclamó Jonatán. ¿Qué mal ha hecho? Por toda respuesta, Saúl le arrojó su lanza para herirlo. Así Jonatán se convenció de que su padre estaba decidido a matar a David. (1 Sam. 20:30-33) La única forma de que una persona sea libre de su atadura, depresión, temor, o inseguridad es primeramente que vea su necesidad, y que acepte que necesita ayuda, y luego que pida ayuda. En el caso de Saúl, el nunca fue libre de su condición, porque nunca acepto su necesidad, ni estuvo dispuesto a cambiar, eso lo convirtió en un caso perdido. !No hay peor ciego que aquel que no quiera ver su necesidad!
Oración:
  • Pedir al Señor que nos ayude a ver nuestras necesidades.
  • Someternos al Espíritu para cambia las cosas que nos estorban en la vida.

lunes, 21 de marzo de 2011

Día No 105 Confiando en la Gracia de Dios

Lectura del día:        1 Sam.17:1-58; Salmo 144:1-15
Verso Central           1 Samuel 17:47

Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos. (NVI)

En las batallas de la vida nuestra confianza debe estar en Dios y su gracia, y no en lo que somos o tenemos. La victoria en toda circunstancia está basada en nuestra confianza en Dios. La historia clásica de David en contra de Goliat es uno de los ejemplos más conocidos que ilustran esta verdad. Las palabras que David declaro antes de enfrentar al gigante nos muestran la actitud correcta para enfrentar cualquier situación en la vida, Y toda esta congregación sabrá que Jehová no salva con espada ni con lanza,  porque de Jehová es la batalla y él os entregará en nuestras manos. (1 Sam. 17:47 RV95) David estaba plenamente convencido de que Dios estaba de su lado y de que le daría la victoria. Esta historia tiene varios elementos que la hacen muy popular porque todos podemos identificarnos con David, en algún momento de la vida todos enfrentamos a “Goliat” esto puede ser un gran reto, problema, visión, etc. La historia da comienzo cuando este gigante de más de tres metros de altura, desafía al pueblo de Dios a un combate en el cual se decidiría quien ganaría la batalla, así es como es descrito este gigante, Un famoso guerrero, oriundo de Gat, salió del campamento filisteo. Su nombre era Goliat, y tenía una estatura de casi tres metros. Llevaba en la cabeza un casco de bronce, y su coraza, que pesaba cincuenta y cinco kilos, también era de bronce, como lo eran las polainas que le protegían las piernas y la jabalina que llevaba al hombro. El asta de su lanza se parecía al rodillo de un telar, y tenía una punta de hierro que pesaba casi siete kilos. Delante de él marchaba un escudero. (1Sam. 17:4-7 NVI) Era obvio que este hombre podía derrotar a toda persona desde el punto de vista humano. Al igual que muchas circunstancias contrarias que enfrentamos en la vida, nos parecen abrumadoras, imposibles, y que parecen que están más allá de nuestras habilidades y recursos. La situación del pueblo de Dios era vergonzosa; la amenaza que esta gigante representaba, intimido o acobardo primeramente al Rey  Saúl, Dijo además el filisteo: "¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Elijan a un hombre que pelee conmigo!" Al oír lo que decía el filisteo, Saúl y todos los israelitas se consternaron y tuvieron mucho miedo. (1 Sam. 17:10-11 NVI) quien le trasmitió este mismo temor a todo el pueblo de Dios. Esta es la reacción natural ante lo que nos parece imposible de vencer, ante las amenazas de una enfermedad ante la cual los doctores nos dicen no hay remedio, ante un matrimonio que esta por un proceso de divorcio, ante un hijo que se ha revelado, y que está envuelto en todo tipo de problemas. Confiar en que Dios está de nuestro lado para ayudarnos, no significa que nos quedaremos sin hacer nada, y que se lo dejaremos todo a Dios, si no que igualmente como David, haremos lo que sabemos, y enfrentaremos las circunstancias, pero sin dejar de confiar en todo momento en Dios, sabiendo que Dios honrara nuestras acciones que hacemos confiando en el. En cuanto el filisteo avanzó para acercarse a David y enfrentarse con él, también éste corrió rápidamente hacia la línea de batalla para hacerle frente. (1 Sam. 17:48 NVI) El salmo 144 fue escrito aparentemente en referencia a esta ocasión en la vida de David, y probablemente en referencia a las muchas situaciones en las cuales el rey David tuvo que pelear y depender de la gracia de Dios, para salir más que vencedor, en estas palabras se refleja la actitud correcta de confiar y depender de la gracia de Dios, Bendito sea el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para la guerra, mis dedos para la batalla. Él es mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto escondite, mi libertador, mi escudo, en quien me refugio. Él es quien pone los pueblos a mis pies.  (Salmo 144:1-2 BAD) Con Dios, podemos salir victoriosos este día, ¡adelante hoy somos vencedores!
Oración:
·         No mires lo grande de tu problema, sino la grandeza de nuestro Dios.
·         Encomiéndate a Dios en todo momento de tu vida.
Pide a Dios que te ayude a usar con su sabiduría los recursos y talentos que él te ha dado.