Lectura del día: Num. 32:1 - 33:56
Verso Central Números 33:55
"Pero si no expulsáis de delante de vosotros a los habitantes de la tierra, entonces sucederá que los que de ellos dejéis serán como aguijones en vuestros ojos y como espinas en vuestros costados, y os hostigarán en la tierra en que habitéis.
El pecado es la puerta al fracaso. Todo pecado no confesado,
o todo pecado que hemos permitido que continúe en nuestra vida, es puerta de ataduras,
maldiciones, o será el argumento que el enemigo usará para atacarnos. Esto también se aplica a las heridas emocionales, resentimiento, complejos, o actitudes de derrota.
En fin, todas las cosas negativas de nuestra antigua vida deben de “salir” de nuestro corazón, si es que deseamos vivir en completa victoria en todas las áreas de nuestra vida.
La mayoría de las cosas que nos están estorbando para vivir una vida victoriosa, de alguna manera están relacionadas a cosas que hemos permitido de nuestra antigua vida.
¿Por qué
todavía seguimos con “ataduras” de nuestra antigua vida?
Porque no le hemos
permitido al Espíritu que a través de la palabra transforme esas áreas de
nuestras vidas. En la medida que nosotros permitamos al Espíritu que “saque”
esas cosas de nuestra vida, veremos la victoria completa. Por ejemplo, si en mi
matrimonio tuviera problemas por errores del pasado, mientras no demuestre un
verdadero arrepentimiento de mis actos y esté dispuesto a restituir el daño
causado, no podré tener una buena relación matrimonial. Porque mi cónyuge usara
mi falta de arrepentimiento para estar constantemente atacándome en esa área de
mi vida. Por otro lado, si he pedido perdón, pero si a mí cónyuge le cuesta
perdonar, o tiene problemas con volver a confiar, esa será la “astilla” que nos
estará constantemente molestando en nuestra relación matrimonial, aunque
estemos viviendo juntos, aun a pesar de ser discípulos de Cristo. Además, esa
también será la “puerta” por donde el enemigo podrá atacar nuestra relación. La
solución a este dilema no es asunto de guerra espiritual, ni de ayunar, sino de
simplemente “cerrar” esas puertas a través del perdón, la restauración, y la renovación diaria que viene de nuestra comunión con el Espíritu, y su obra de
restauración y fortalecimiento a través de la palabra de Dios. Eso es
precisamente lo que Dios le advirtió al pueblo de Dios cuando estaba a punto de
introducirlos a la tierra prometida, (Num. 33:51-52, -
55, 56) Habla a los hijos de Israel, y diles: "Cuando crucéis el Jordán
a la tierra de Canaán, (52) expulsaréis a todos los habitantes de la
tierra delante de vosotros, y destruiréis todas sus piedras grabadas, y
destruiréis todas sus imágenes fundidas, y demoleréis todos sus lugares
altos; (55) "Pero si no expulsáis de delante de
vosotros a los habitantes de la tierra, entonces sucederá que los que de ellos
dejéis serán como aguijones en vuestros ojos y como espinas en vuestros
costados, y os hostigarán en la tierra en que habitéis. (56) "Y sucederá que como pienso
hacerles a ellos, os haré a vosotros."
Al leer la historia del pueblo de Dios, nos damos cuenta, cuánta razón Dios tenía en prevenirlos, y pedirles que tenían que deshacerse de todas las cosas que hubiera en la tierra prometida que los llevara a la idolatría y a practicar los pecados de las naciones que Dios estaba expulsando de esa tierra. La razón por la cual el pueblo de Dios sufrió divisiones, invasiones, y en última instancia lo llevó a la cautividad, fue que ellos constantemente imitaban las prácticas idólatras y abominables de las naciones que ellos habían conquistado. Con la ayuda de Dios el pueblo de Israel conquistó la tierra prometida, pero nunca “limpiaron” totalmente la tierra de los dioses, y de las costumbres de esas naciones, por el contrario, las hicieron suyas, y llegaron hasta adorar a los dioses de las naciones que habían conquistado en Canaán. Vez tras ves, Dios mando los profetas que advertían a la nación que dejara de servir a otros dioses, ellos se arrepentían, pero pronto estaban de nuevo adorándolos. Al fin esto fue la causa de que Dios los desechará.
¿Hay aguijones, y espinas en tu vida?
¿Qué
resentimiento, o herida te sigue estorbando?
Por último, si algo queda claro en la lectura de este día, que desde el punto de vista de Dios debemos ser radicales con el pecado. Con el pecado debemos de ser radicales, no hay lugar para consentir en nuestra vida el pecado. Como Dios le dijera al pueblo de Dios, nosotros de la misma forma, ahora que somos discípulos de Cristo, debemos abandonar toda costumbre, o práctica que le abra la puerta al pecado, y nunca debemos tener una actitud tolerante con el pecado en nuestro corazón, esta es la única forma de no perder todo lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, y de poder hacer nuestra la victoria que Cristo ya ganó por nosotros en la cruz del calvario.
Oración:
· Sabiduría para examinar la
situación por la que atraviesas, y sus motivos.
· Rendir al Señor todo lo que
estorbe para que tengamos la victoria completa.
· Permitir al Espíritu que nos
limpia cada día a través de la palabra de Dios.
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