Día No 113
Lectura del día: Sal.
31:1-24; 1 Sam 27:1-12; 1 Cron.12:1-7; Sal. 56:1-13; 1 Sam.28:1-2; 29:1-11; 1
Cron.12:19-22; Salm.40:1-17
Verso Central Salmo
31:5
En tus manos encomiendo mi espíritu; líbrame,
Señor, Dios de la verdad. (NVI)
Dios es fiel a
sus promesas, cuando El ha prometido algo siempre lo cumple, no dejes que las
circunstancia de la vida te roben la fe. ¿Por qué será que cuando una persona
recibe una promesa de Dios pareciera que con la promesa viene la persecución, o
que en vez del cumplimiento de la misma, experimentamos pruebas, que nos hacen
dudar de la promesa? En ocasiones estas pruebas nos ponen en duda si vale la
pena seguir esperando la promesa. Veamos la vida de David, en los pasajes de
este día, vemos a una persona que recibió una promesa. Ahora esta promesa, no
fue cualquier cosa, se trataba de que el seria el próximo rey de Israel, y que
Dios le quitaría el trono a la familia de Saúl y se lo entregaría a David. Si
nos ponemos a pensar en términos modernos lo que esto significa, sería como
compararlo a que una persona que no tenía experiencia en la política, ni en el
gobierno, y fuera elegido para ser el presidente de un país, pero más que
presidente, sería el rey, con el poder y autoridad absolutos. Como hemos estado
leyendo en los últimos días el camino inicial de la promesa, al cumplimiento de
la misma, contiene pruebas, momentos de dudas, y en momentos parecer que no
tiene sentido lo que Dios nos prometió. En este día, leímos que David se dio
por vencido, y se fue a vivir al país de los filisteos, y se puso bajo la
autoridad de un rey filisteo. ¿Cómo podemos reconciliar el que Dios nos dé una
promesa o nos llame a cumplir su propósito y al creerle enfrentemos toda clase
de oposición? Creo que todo dependerá de cómo veamos las cosas; si las vemos
con nuestros ojos, solamente veremos lo que está enfrente, y las dificultades
que enfrentamos, porque somos dados a tener una vista muy corta y centrada en
lo del momento. Por otro lado si lo pudiéramos desde el punto de vista de Dios,
veríamos un cuadro más completo, no solamente el presente, pero el futuro,
además entenderíamos que una cosa es que Dios, en su gracia nos llame, y nos dé
una promesa, o nos muestre su propósito para nuestras vidas, el cual en todas
las ocasiones no es el producto de nuestro merito, si no de su gracia y otra es
que estemos listos para cumplirla. Al observar la vida de David, descubrimos el
mismo trato de Dios para nuestras vidas, aunque su llamado puede ser muy
diferente al nuestro, el trato de Dios con sus hijos es similar. Al ver la vida
de David comenzamos a ver que las cosas que David enfrento no fueron únicamente
obstáculos, problemas o malos entendidos con su suegro, pero todas las cosas
que David experimento fueron herramientas para preparar a David para el
cumplimiento de su promesa, cuando estuviera en el trono. Durante el tiempo de
la prueba, Dios no estaba ausente de la vida de David, pero es precisamente ahí
que Dios estaba obrando en su vida. Sé que es más fácil ver esto en la vida de
los demás, especialmente cuando lo leemos en las páginas de la Biblia, y es
otra cosa cuando el actor principal de la historia somos nosotros, y estamos en
medio de un problema o dificultad en nuestro deseo de hacer su voluntad. ¿Cuál sería
la actitud correcta que deberíamos tener ante esta situación? La respuesta la
tenemos en la vida de David, aunque sin lugar a dudas, el no fue una persona
perfecta, pero en su vida encontramos lo necesario para que también nosotros, avanzamos
de la promesa, al cumplimiento de la misma. Cuando se sitio solo, perseguido,
y sin respuesta a su problema, David clamo a Dios, y le abrió su corazón, Inclina a mí tu
oído, y acude pronto a socorrerme. Sé tú mi roca protectora, la fortaleza de mi
salvación. (Sal. 31:2 NVI) Abra su corazón y clame a Dios de igual manera. David nunca dudo por mucho tiempo de que su
vida estaba en las manos de Dios, Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y
conoces las angustias de mi alma. (Sal. 31:7 NVI) David sabía que no importaba que ocurriera su vida estaba
en las manos de Dios, esa era su seguridad, Pero yo, Señor, en ti confío, y digo:
"Tú eres mi Dios." (15) Mi vida entera está en tus manos; líbrame de
mis enemigos y perseguidores. (Sal. 31:14-15
NVI) Quizás no sean palabras de fe, o de
una seguridad absoluta, pero en medio de todo lo que ocurría a su alrededor,
David siempre se refugió en el Dios que él había dado la promesa, En tus manos encomiendo mi espíritu;
líbrame, Señor, Dios de la verdad. (Sal. 31:5 NVI) Refugie
su vida en el Dios de la promesa. ¡Amén!
Oración:
· En este día, abre mi corazón y te declaro cada cosa que está
en el, se que ya lo sabes, tu sabes cuál es la condición de mi vida, y las
cosas que estoy pasando pero hoy me refugio en ti, tu eres mi esperanza, y mi
seguridad. Mi vida está en tus manos, ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario