Lectura del día: Levítico 8:1 a 10:20
Verso Central Levítico 8:12
Luego, para consagrar a Aarón, lo ungió derramando sobre su cabeza el aceite de la unción. (BAD)
Dios confiere su unción para el ministerio, cuando
el discípulo con fervor se consagra en santidad ante El. La santidad como
estilo de vida, es la puerta que nos lleva a vivir fluyendo constantemente en
el poder de Dios. Las escrituras enseñan claramente este principio acerca del
ministerio. Como pudimos ver en la lectura de este día, Dios le pidió a Moisés
que, tanto Aarón como sus hijos se santificaran para que Dios pudiera aceptar
sus vidas, y poder bendecir sus ministerios. Por esta razón podemos declarar
que la unción de Dios es otorgada solamente a aquellos que se han consagrado en
santidad ante el Señor.
Su llamado a servir, nos lleva a la santidad, y esta permite
que la unción fluya en nuestras vidas. Hay personas que tienen la mentalidad de
que la “unción” ministerial es algo que tiene que ver con talentos,
habilidades, conocimiento, el estudiar en una universidad o colegio bíblico o
por la ordenación de algún concilio. La idea es que si tenemos algunas de esas cosas llenamos los requisitos
para recibir la unción de Dios. En la Biblia vemos que, aunque esos
elementos son importantes, no son determinantes para que una persona sea ungida
y usada por Dios, por el contrario, aun cuando se carezca de muchas habilidades,
carisma, o estudio, si la persona vive en santidad y se consagra a Dios,
recibirá la unción para servir como un ministro de Dios. No es que debemos de
menospreciar lo anterior, pero estamos hablando de que es lo más importante
para tener la unción de Dios. Una vida en santidad es más determinante que
cualquier otra cosa para ser ungido por Dios para el ministerio.
En la lectura
de esta semana, Dios describió el rito de la consagración de los sacerdotes, y
en ella se indican varios actos que ante todo apuntan a la santidad del
sacerdote. En primer lugar, eran lavados sus cuerpos como preparación antes de
recibir sus vestiduras, Acto seguido, Moisés hizo que se acercaran Aarón y sus hijos, y los lavó
con agua. (Lev 8:6 BAD) Este nos habla de una vida en santidad como PRE-requisito para ser
considerado para el ministerio. Nosotros lavamos nuestras vidas constantemente
por medio del estudio y la meditación en la palabra. Para hacerla santa. Él la purificó,
lavándola con agua mediante la palabra, (27) para presentársela a sí mismo como
una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino
santa e intachable. (Ef. 5:26-27 NVI 1984) Después eran vestidos con las vestiduras especiales que les impartían honor
y autoridad como sacerdotes. A Aarón le puso la túnica y se la ciñó con la faja; luego lo cubrió con el
manto, y encima le puso el efod, ciñéndoselo con la cinta del mismo. En seguida, le colocó el pectoral, y sobre éste
puso el urim y el tumim. Por último, le colocó la tiara en la cabeza, y en la
parte delantera puso la placa de oro, símbolo de su consagración, tal como el
Señor se lo había mandado a Moisés. (Lev. 8:7-9 BAD) Los diferentes elementos de sus vestiduras representan estas
tres cosas: El fruto del Espíritu, los dones espirituales y el carácter santo
de su llamado. Después de que el sacerdote era vestido con estas vestiduras
sagradas, se procedía a derramar el aceite sobre su vida, Después Moisés
tomó el aceite de la unción, y ungió el santuario y todo lo que había en él,
para consagrarlos. Siete veces roció el aceite sobre el altar, para ungirlo y
consagrarlo junto con el lavamanos y su base, y todos sus utensilios. Luego,
para consagrar a Aarón, lo ungió derramando sobre su cabeza el aceite de la
unción. (Lev 8:10-12 BAD)
El creyente que desee la unción para su ministerio,
primero deberá de consagrarse al llamado que Dios ha puesto en su vida, y luego
deberá de vivir una vida en santidad para ser un ministro en la cual repose la
unción de Dios. A diferencia de los ritos que Dios le indico a Moisés, en los
cuales se usaban materiales físicos para la consagración del sacerdote. Hoy en
día, la consagración, es por medio de conocer y guardar la palabra, por medio
de la obra del Espíritu, y por la gracia que Dios nos da. Es a través de estos
elementos, que podemos dedicar nuestras vidas al llamado de Dios, y vivir una
vida en santidad. No se trata de esfuerzo humano, sino más bien de depender de
los recursos que él nos dejó que podremos vivir esa vida en santidad que es
necesaria para poder tener su respaldo y tener un ministerio que sea exitoso, y
duradero. No se trata de que “yo puedo” si no de mas bien “yo muero’ para que El
viva en mí; esto es la unción.
Oración:
- Consagremos ante el Señor
nuestras vidas y ministerios en santidad
- Pidamos que nos conceda
su unción para representarle dignamente en el ministerio que nos ha
confiado.
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