Lectura del día: Gen. 40:1 a 41:57
Verso Central Génesis 41:51-52
Y al primogénito José le puso el nombre de Manasés, porque dijo: Dios me ha hecho olvidar todo mi trabajo y toda la casa de mi padre. Y al segundo le puso el nombre de Efraín, porque dijo: Dios me ha hecho fecundo en la tierra de mi aflicción.
Cuando una persona se decide
a creerle a Dios, aun aquellas cosas o lugares que han sido el lugar o el objeto
de su aflicción, Dios las puede convertir en el lugar o el objeto para cumplir
su propósito en su vida. “Dios me ha hecho fecundo en esta tierra donde he
sufrido” Estas fueron las palabras de José, indicando como Dios había dado
vuelto a su vida, porque la tierra de su sufrimiento, Dios la había convertido
en la tierra de la bendición. Al fin José veía, como Dios había cambiado todas
sus circunstancias adversas en un medio para que él fuera bendecido, a su
familia y para ser de bendición a toda una nación. Dios puede transformar tus
más grandes derrotas en el instrumento de inspiración y bendición para mucha
gente.
La siguiente anécdota ilustra esta verdad, "¿No has notado, le
pregunto la anciana, mientras aconsejaba a una persona que estaba pasando por una
gran tribulación, “Que el Señor le dijo a los pescadores que lanzaran sus redes
de nuevo, precisamente en el mismo lugar donde habían pasado toda la noche sin
tener ningún éxito? ¡Si tan solo pudiéramos volver a comenzar cada vez que las
cosas se ponen difíciles! ¡Si tan solo pudiéramos comenzar en otro lugar, con
otro cónyuge, otro trabajo, otra ciudad, otra vida! ¡Quizás pudiéramos tener
entonces la fe y determinación para tener éxito! Pero el Señor les dijo usen la
misma red, y en el mismo lago. Es que las tentaciones de siempre se deben
conquistar, las debilidades se deben vencer, y las pruebas de ayer si no las
vencemos siempre volverán. Debemos de vencer donde estamos si es que hemos de
vencer en verdad. No olvidemos que fue el mismo maestro que después de verlos
batallar y no producir nada, los reta a que vuelvan a tirar la red de
nuevo."
La historia anterior, nos muestra claramente lo que José había
vivido, y el sentir de su corazón al ver éxito que ahora Dios le había dado. Si
alguien tuvo razón para no volver a intentarlo fue José. Egipto es el lugar
donde fue llevado después de ser vendido por sus mismos hermanos. Egipto representaba el sitio donde todo le
había salido mal. Egipto fue el comienzo de su gran tribulación. Fue ahí donde
perdió todo derecho sobre tu vida, y se convirtió en esclavo. Fue ahí donde
después de ser diligente, respetuoso, y sagas, la mujer de su amo lo acusa de
querer abusar de ella. Fue ahí donde termina en la cárcel, y en donde vuelve a
intentar, pero su amigo a quien ayudo, pronto se olvidan de aquel joven que
sabia interpretar los sueños, al fin y al cabo el ya era libre y estaba en la
comodidad del palacio. Fue ahí donde paso los años jóvenes de su vida, siendo
esclavo, o siendo preso, rechazado, acusado y olvidado. José tenía muchas
razones para desear que su vida terminara, o si se pudiera, volver a comenzar
en otro lugar. Pero lo más tremendo es que fue ahí donde también experimento la
más grande bendición de su vida. ¿Por qué sucedió esto? José nunca se dio por
vencido, siempre se mantuvo integro, y no dejo que la llama de la visión en su
vida, nada ni nadie se la apagara. Es José quien nos demuestra con su vida el
principio bíblico, que el que no se cansa de sembrar, a su debido tiempo
segara, si no desmaya. (Gal. 6:9) Su vida es un testimonio para cada uno de
nosotros que nos dice, “Si tu no dejas que los problemas, fracasos, traiciones
te roben el sueño que Dios ha sembrado en tu corazón, su propósito se cumplirá.
Tú también puedes decir lo que la vida o las circunstancias habían determinado
que fuera mi mayor fracaso, Dios lo ha convertido en el milagro más grande de
mi vida. Hoy puedes dar el primer paso hacia ese milagro, si no te das por
vencido, y sigues adelante sirviendo a Dios con todo tu corazón, creyendo que
él está contigo en todo momento. ¡Tú y yo hemos sido creados para ser más que
vencedores!
Oración:
·
Pedir sabiduría a Dios para
discernir su voluntad en medio de cualquier situación.
·
Honrar a Dios a pesar de que
no veamos con nuestros ojos naturales la respuesta a nuestra necesidad.
·
Firmeza para tomar decisiones
que estén marcadas por la santidad y la justicia.
·
Sometimiento a Dios y a sus
propósitos.
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